Los gitanos romá de Chile manifiestan un gran respeto por sus difuntos. De hecho, el peor insulto entre ellos consiste en ofender a los muertos. Es muy sagrado ellos son capaces de pelearse a golpes con alguien que insulte a sus parientes fallecidos.
Cuando un gitano fallece, se le vela en su carpa durante tres días. Bajo el ataúd se colocan aquellas cosas que más le gustaban (café, cigarrillos, vino, frutas, etc.). Sus familiares deben cumplir con un duelo que consiste en no usar jabón (sapúi), no afeitarse, no usar ropa nueva, no escuchar música, no asistir a las fiestas de la comunidad (no bailar ni cantar), no pintar, etc. Los gitanos hombres deben usar una pequeña cinta de color negro en la camisa como señal externa del luto (ésta debe quemarse una vez terminado el luto).
Una tradición mantenida hasta el día de hoy es el banquete fúnebre que se realiza en memoria del gitano fallecido. Este banquete se celebra a los siete días, seis meses y un año después de su muerte. En esa ocasión, los gitanos se reúnen alrededor de la mesa y se sirven todos aquellos alimentos que más le gustaban al difunto. Cabe hacer presente que en esta mesa hay un espacio especialmente apartado para el difunto. A él se le sirve y se le trata como si estuviera en cuerpo presente.
En ocasiones sucede que un gitano antes de morir le pide a su hijo que no realice determinadas actividades durante un período de tiempo (por ejemplo, que no beba alcohol durante un año) o el hijo le promete en la tumba a su padre que no tendrá ciertas conductas (por ejemplo, que no beberá excepto en las fiestas de la comunidad). Por haber hecho esta promesa en una ocasión tan sagrada, el gitano deberá cumplirla íntegramente; de lo contrario, quedará prókleto (maldito). Un gitano en esta condición es víctima de la marginación y el desprecio del resto de la comunidad.